La semana pasada fue Día del Padre y hubo un gran festejo con mi familia debido a las recientes nuevas paternidades de algunos de mis primos. Nos reunimos toda la familia materna y me hizo recordar a la fiestas familiares de antes, cuando mis abuelos las convocaban y se reunían todos los hijos, hijas, primas y primos, eran increíbles, yo era muy feliz de ver a todo el mundo y jugar con primas que casi nunca veía. Ese sentimiento regresó ese finde, se sintió bien estar con mi familia, y ¿saben que llenó mi corazoncito aún más? Ver a Jay feliz con todo el mundo, echando chela con mis tíos y primos, jugando con mis sobris, echando chisme con las tías, practicando su español, y bebiendo y platicando con mi papá. Gosh! Ese hombre de verdad que me hace muy feliz…
Anyway, no voy a hablar de Jay hoy.
Después de ese finde, me puse a pensar muchísimo en cómo han cambiado las cosas con mis padres, especialmente con mi papá y cómo ha evolucionado nuestra relación. Cuando era adolescente, muchísimas cosas malas, reclamos y resentimientos se apoderaron de mí, como que me convertí en la hater número uno de mis padres. Bueno, creo que la mayoría de adolescentes pasan por esa etapa porque es algo natural de la adolescencia, pero siento que lo mío era peor, intentaba herir a mis padres intencionalmente como forma de venganza personal por “el daño” que sentía me habían hecho cuando era más pequeña, ¿lo peor? Es que los hería a través de mi, me hacía cosas muy malas a mi misma o me ponía en situaciones de alto riesgo, porque sabía que eso les iba a molestar muchísimo… I was so mean…
Mis padres, especialmente mi mamá fue súper sobreprotectora, a mi papá siempre lo sentí ausente, y ambos siempre trabajando, pero mi hermana y yo, siendo “vigiliadas” y “controladas” por nuestra niñera. No nos faltaba nada, económica y materialmente hablando, pero sentía ausente afectivamente a mi papá y a mi mamá demasiado afectiva, irónico. Mi papá tenía ciertos problemas con el alcohol y siempre causaba problemas, millones de peleas con mi mamá y nosotras en medio de todo el caos. Fue un poco traumático honestamente, obviamente, el resultado fue crecer con muchas inseguridades y miedos, autoestima bajo (debido al bullying que me hacían en la escuela), rencor y resentimiento por la acciones de mi papá y harta de mi mamá por su sobreprotección; además de crecer sin saber hacer nada porque todo nos lo daban en bandeja de plata y pues nosotras no teníamos que hacer ningún esfuerzo. Además de esto, al crecer y querer empezar a tener una vida social, saliendo con amigas al cine, al centro comercial o a pijamadas, la respuesta siempre era un no, la justificación “estás muy chica para eso”.
Todo esto influyó enormemente para hacer de mi lo que fue la Sandra Andrea adolescente, realmente fui un pain in the ass para mis padres hasta que me sucedió algo muy feo y terminamos en el Ministerio Público, no porque yo haya hecho algo malo o ilegal, más bien porque me lo hicieron a mi, pero tuve que mentir para zafarme de eso y echarme la culpa a mi misma porque había consumido alcohol y había fumado marihuana, mis papás nunca supieron la verdad… A partir de esto, empecé a cambiar, sí, me controlaron aún más, al grado de tener a alguien en la prepa vigilándome, pero yo también le bajé a todo el descontrol de esa época. Intentaron llevarme al psicólogo para que recibiera ayuda, pero no funcionó porque yo lo veía más como un castigo y no como ayuda; creo que lo único bueno de eso, fue que mis papá también tuvieron que ir a terapia y se dieron cuenta del daño que habían ocasionado en la Sandra Andrea de niña.
En la Universidad, con un poco menos de excesos, la relación con mis papás empezaba a cambiar un poco, pero cada que me iba de fiesta y regresaba a casa muy peda, había reclamos y reproches hacia ellos. Esto ya era un poco normal para todo el mundo en casa, sabíamos todos lo que iba a pasar cada que llegaba a casa después de una fiesta. Todo empezó a cambiar en 2017, cuando el ranchero, Saddam, rompió mi corazón por primera vez y era tanto el dolor que sentía, que pedí ayuda profesional, así que contacté a una psicóloga sin que mis papás lo supieran.
Empecé a hablar con ella sobre todo, no solamente lo que pasó con Saddam, ahí empecé a trabajar en mi misma y a entender muchas cosas de porqué era como era y el porqué de mi comportamiento. Luego, gracias a las gatadas y tratos de Luis, descubrí que tenía depresión, cuando terminó conmigo y caí en mi agujero negro depresivo, terminé de entender muchísimas cosas sobre mi, sobre el tipo de relación que establecía con otras y personas y especialmente sobre la relación con mis papás. Spoiler alert: Resulta que mis traumas sí fueron culpa del tipo de crianza que tuve y la relación que llevaba con mis papás.
La buena noticia: empecé a trabajar en mi y en sanar la relación con mamá y papá, no directamente con ellos en terapia, más bien yo sola entendiendo que mis padres hicieron los que pudieron con lo que tenían en ese momento. Efectivamente, ellos también tuvieron traumas y pues nadie les enseñó cómo ser papás; entendí el tipo de amor que ellos dan y cómo lo hacen, en pocas palabras, su tipo de lenguaje de amor. Lo que yo creía que era la falta de amor de papá hacia mi, resultó ser la forma en qué él demostraba su amor, resulta que a mi papá tampoco lo criaron afectuosamente, con palabras amorosas, demostrando cariño ni nada de eso; cosas que yo quería y envidiaba de la demás niñas en la escuela, como que sus papás sí les decían “te amo” o se daban abrazos tan naturalmente, yo también las quería y cómo no lo hacían conmigo, pensaba que simplemente no me querían.
Mi papá también la sufrió con sus papás y pues hizo lo mejor que pudo conmigo, y honestamente, ahora puedo decir que lo hizo bastante bien. Si bien no me decía “te amo” o me abrazaba, me demostraba que me amaba comprándome cosas que él sabía que me gustaban; me llevaba a la escuela y me llevaba de “caballito” porque e gustaba; cada que me hacían algo en la escuela iba y se peleaba por mi y por mi hermana, incluso una vez fue a mentarle la madre a las monjas porque me habían aventado en el recreo y me fracturé la muñeca; nos llevaba de viaje porque sabía que nos gustaba; como sabía que me hacían bullying en la escuela, me enseñaba a responder los insultos e incluso me dijo que si algún día debía pegarle a alguien, me dijo cómo hacerlo para no lastimarme a mi misma. Definitivamente, los lenguajes del amor de mi papá no son ni las palabras de afirmación o el contacto físico, son los actos de servicio y el dar regalos.
Cuando entendí todo esto, mi vida y mi relación con papá cambió totalmente y mejoró un 500%, y de verdad es algo que debo agradecerle a mi depresión y el proceso de sanacion posterior. Sin todo ese proceso, nunca hubiera entendido lo que sé ahora y no hubiera sanado mi relación con él. Sí, la verdad es que amo a mi papá (obvio a mamá también, pero ahora habló específicamente de la relación con papá), ¿se lo voy a decir algún día o él a mi? No, la verdad es que no, y si eso llegara a pasar sería extremadamente raro y es porqué alguno va a morir o algo catastrófico está pasando; ¿nos abrazaremos algún día sin sentir que es algo raro? no, tampoco creo que eso pase, cada que sean nuestros cumpleaños, o alguna festividad nos vamos a abrazar y a felicitar, pero ambos sabremos que es raro. Esas no son las formas en qué nosotros nos demostramos amor, tenemos una relación padre-hija, distinta y está bien también, sabemos que queremos a nuestra forma y honestamente estoy bien con ello, ya estoy bien con ello, después de estar en una guerra imaginaria por tanto tiempo debido a eso.
Y bueno, esta es una de las varias ventajas colaterales de mi depresión: el proceso de sanación de la relación con mis papás. Gracias a esto, ahora establezco relaciones más maduras con las personas y me relaciono desde un lugar distinto, y no desde la carencia afectiva que sentía porque le echaba la culpa al tipo de relación que tenía con mis papás, especialmente con papá.
Así que sí, este día del padre me sentí muy feliz y plena porque ahora tengo una relación sana con mi papá y estoy 100% segura de que me quiere, no como quería que me quisiera, sino como él puede y sabe hacerlo.
Te quiero, pá. ♥️