El cuerpo del dolor

El mes pasado en alguna de las sesiones que tuve con Stef, hablábamos del control de mi ego y me recomendaba leer el libro de «El poder el ahora» de Eckhart Tolle; yo bien ñoña lo compré pero no lo había leído por todo el trabajo que había tenido este fin de año y fue hasta la semana pasada, que empezaron mis vacaciones, que me puse al corriente con mis libros pendientes y entre ellos estaba la recomendación de Stef.

Bueno, la verdad es que este libro fue un mindblowong para mi, más allá de contarles sobre el ego, les voy a hablar de algo que se llama cuerpo del dolor. Como tal, Eckart Tolle nos habla de dos conceptos: el cuerpo del dolor y la construcción del ego; ambo son un primer paso importantísimo para identificar las cosas falsas que nos están causando dolor innecesario, pero en especial el cuerpo del dolor es quien nos ayuda a ello y es quien es el adicto al conflicto.

Antes de pasar a lo demás quiero darles un major spoiler alert: La mente humana es muy hábil y puede mandar personas a la luna. ¿Por qué les digo esto? Bueno, porque es impresionante las historias que nuestra cabecita se cuenta, se las cree y va a hacer un desmadre a quien sea que tengamos de frente para desahogarse por la mentira que nos hemos creído.

El cuerpo de dolor o pain body, se refiere a una energía dentro de nosotros que va usar las emociones negativas y nos hará actuar de maneras muy agresivas y poco sensatas. Eckhart lo describe cómo el culpable de nuestros conflictos y nos esclaviza a actuar de maneras tan erróneas que poco tiempo después nos arrepentiremos de eso.

El cuerpo del dolor es una estructura mental basadas en creencias y pensamientos que tenemos desde que fuimos niñas y que al ir creciendo se va relacionando con todo el contexto en el que nos desarrollamos para seguir alimentándose. Son personalidades falsas presentes en todas nosotras; junto con el ego son dos estructuras presentes en TODOS nosotros; es una falsa imagen con pensamientos y emociones que nos crean conflictos; es una adición de la mente por agarrarse de algo y buscar el conflicto. Cuando actuamos desde ahí nos volvemos malos, agresivos, maniáticos, como digo cuando mis perros se portan mal, «se nos mete el Chucky malo». Busca estas energías para alimentarse y sobrevivir; son estos periodos que a veces no entendemos ni nosotras mismas porqué los tenemos porque es energía que busca el conflicto sin razón aparente para luego hacernos sentir mal y culpables por la forma en la que actuamos. Es como si buscara los botones de red flags de las personas para generar dolor, y alimentarse del conflicto que va a generar, cuando lo consigue, desaparece y se vuelve a dormir, es ahí cuando nos decimos «¡wow, que me pasó!

Ese cuerpo del dolor es el que siempre quiere tener la razón, ser la víctima y buscar el conflicto con los demás.

Para empezar a identificarlo hay que ver en nosotras cuáles son esos pensamientos, actitudes o voces que tenemos en la mente que nos hacen actuar de estas formas. No debemos hacerle caso a esas voces, tenemos la opción de no hacerles caso porque son como una personalidad falsa que está dentro de nosotras que quiere causar dolor, violencia y al final cuando se duerme genera culpa.

Para identificarlo más fácilmente, hay que hacer esto que les decía, son esos botones de red flags que conocemos de la otra persona y los apachurramos intencionalmente para sacar su dolor y empezar a pelear; es una historia que nos contamos y nuestra cabeza busca argumentos o recuerdos para justificar que esa historia es real para ir y pelear con esa persona, pues ya está más que justificada nuestra historia por esos recuerdos que según nosotras son reales. El problema con esto, es que siempre hay dos caras de la moneda, la otra persona también tiene su historia y ahí es cuando se invalida, o no, la nuestra.

En este camino espiritual / de practicas y enseñanzas budistas que he empezado desde 2019 gracias a Paty, siempre me habían dicho que el dolor era real y el sufrimiento era opcional y que yo ya no tenía porqué sufrir, la verdad no había entendido nada de esto, pero ahora que he avanzado en este camino, también puedo reconocer que ese sufrimiento que me causé de cierta forma fue útil porque fue quien me trajo a donde estoy ahora. Nunca hubiera descubierto este camino mágico, místico y espiritual sin ese tremendo sufrimiento por el que pasé.

La cuestión ahora es que ya no es necesario ese sufrimiento pues ya he aprendido la lección que tenía para darme.

Todo dolor emocional que experimentamos permanece escondido en nosotras, siempre vuelve, aunque tengamos el estado de conciencia más alto, siempre regresa, la diferencia ahora, es que tenemos esa opción de ignorarlo o dejar seguir influenciándonos por él.

El cuerpo del dolor puede estar activo el 90% del tiempo pero en una persona muy infeliz y puede llegar hasta su 100%; algunas personas viven en él continuamente, otras lo experimentan en algunas ocasiones y cualquier cosa lo puede despertar, especialmente si es algo que resuena con un patrón de dolor del pasado; y otras personas están preparadas para identificarlo, nombrarlo y ser conscientes de él. Cuando está preparado para despertar, cualquier cosita, desde un pensamiento o cualquier comentario de otra persona lo puede activar.

Algunos cuerpos del dolor son relativamente inofensivos, como el de un niño que no para de llorar. Otros son auténticos monstruos viciosos y destructivos, verdaderos demonios, algunos son violentos físicamente y muchos más son emocionalmente violentos. Algunos atacan a las personas que les rodean, que son cercanas, mientras que otros nos atacan a nosotras mismas. Los pensamientos y sentimientos que tenemos sobre nuestra vida se convierten en negativos y autodestructivos.

Cuando pensábamos que conocíamos a una persona y de pronto nos enfrentamos con esa criatura extraña y terrible por primera vez, nos provoca un shock. Aún así, es más importante observarlo en nosotras antes que en otras personas; hay que estar atentas a cualquier señal de infelicidad, en cualquier forma, porque puede despertarse y tomar forma de irritación, impaciencia, estado de ánimo bajo, deseo de herir, ira, cólera, depresión, la necesidad de tener algo de drama en una relación, etc.

Una vez que el cuerpo del dolor se ha apoderado de nosotras, queremos más dolor, nos convertimos en víctimas o tiranos, queremos hacer daño o que nos lo hagan, o las dos cosas; obvio, no somos consientes de ello y por supuesto que diremos que no queremos más dolor, pero en realidad, nuestro comportamiento y pensamientos están gritando que sí quieren ese dolor para nosotras mismas y para los demás. Si fuéramos conscientes de ello, el patrón desaparecería porque querer más dolor implica locura y nadie está loco de manera consciente.

Hoy, al tener mi sesión con Stef y contarle que ya había leído el libro, trabajamos en ello y me hizo reconocer a mi cuerpo del dolor, me dijo que lo tomara con humor y lo nombrara, por supuesto, que ese cuerpo del dolor en mi no es nada más y nada menos que la María Camila Concepción, a.k.a Macaco.

Sin saberlo, yo ya había estado trabajando e identificando a mi cuerpo del dolor y pues fue emocionante porque incluso ya lo he externado y usado en mi vida diaria, por ejemplo, cuando no estoy muy de buenas, le digo a mi mamá que hoy Macaco se está apoderando de mi; o por ejemplo cuando Jay y yo discutimos porque, no sé, siento que me ignoró, le digo que Macaco me empezó a contar historias, Jay ya sabe a qué me refiero y pues no pasa a mayores.

¿Ustedes ya identificaron a su cuerpo del dolor?

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