Lol! Estoy en mood dramatic af (¡qué novedad!) Aunque… Mmm… si lo pensamos tantito, las heridas del alma o de la infancia sí resultan ser mortales para algunos, como yo, porque son el cúmulo de traumas infantiles que van a jodernos el resto de nuestra vida si no somos consientes y no trabajamos en ellas porque pueden llegar a controlar nuestro comportamiento y literal, manejar nuestra vida… ¡ah, infelices!
Bueno, después de mi introducción dramática voy a empezar contándoles que la primera vez que escuché de las heridas del alma o heridas de la infancia fue cuando iba a mis sesiones de grupo de Codependientes Anónimos (CoDA). La verdad yo no las entendía del todo, pero sabía que las tenía porque me identificaba mucho con lo que hablaban de ellas y la forma en que los afectaba en su vida hoy y contribuían a esa codependencia.
En mis terapias, yo me la pasaba repitiendo y hablando sobre ellas, especialmente de 2, pero la verdad es que seguía sin entender bien de qué chingados estaba hablando, simplemente repetía una y otra vez lo que creía que eran y cómo afectaban en mi vida y mis relaciones porque, pues, codependiente. Esto empezó a cambiar cuando empecé a trabajar con Paty en esto de la integración emocional, pues básicamente se trataba de entender y aceptar mis propias emociones. También empecé a leer e investigar un poco más del tema, escuchar podcast al respecto, y finalmente, trabajarlo en mis terapias.
Todo lo que les voy a contar a continuación, justamente es el resultado de todo esto que he investigado, leído y trabajado sobre ellas.
Bueno, resulta que desde que somos niñas, todas hemos estado condicionadas, de una u otra manera, a nuestro entorno familiar en el que crecimos. Nuestra yo adulta actual es justamente el resultado de todas las experiencias vividas desde que éramos niñas, sobre todo en lo que respecta a los traumas y heridas emocionales del pasado porque como ya les decía, tienen una enorme influencia en nuestra vida actual.
Lo queramos o no, nuestra personalidad adulta está determinada por una(s) lesión(es) emocionales o experiencias dolorosas en la infancia, y es que esa personalidad justo se forma entre nuestros primeros 7 años de vida y la forma en que vivimos y reaccionamos ante esas experiencias o situaciones dolorosas se quedan grabadas en nuestra memoria e inconscientemente, cada vez que volvemos a experimentar algo similar a ese trauma, reaccionamos de la misma forma en que lo hicimos de pequeñas.
Para empezar a contarles de estas heridas «mortales», hay que mencionar que TODOS tenemos estas heridas, puede que una predomine más que otra, pero TODOS las tenemos en cierta medida; y pues bueno, estas son las heridas infantiles que van a condicionar nuestra vida adulta:
Miedo al rechazo
Es una de las heridas más profundas porque implica el rechazo hacia nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias, el rechazo a nuestro amor y nuestra propia persona. Tiene su origen en experiencias de no aceptación por parte de los papás, familiares cercanos (abuelos, hermanos) o niños de nuestra edad (amigos, por ejemplo). Nos sentimos rechazadas por nuestros papás al no sentirnos queridas y sentir que no nos prestan atención, por ejemplo con nuestros compromisos escolares, hemos experimentado bullying, marginación y acoso escolar.
Cuando de niñas recibimos señales de rechazo, en nuestro interior crece la semillita del autodesprecio. Se crea una herida profunda que hace que pensemos y sintamos que no somos dignas de amar, ni ser amadas, que nos consideremos indignas de cariño; constantemente vivimos con el pensamiento de que el mundo no me quiere o que el mundo no es para mí e interiorizamos este sentimiento interpretando todo lo que nos pasa a través de esta herida.
De adultas, desarrollamos esa convicción de que no somos dignas de ser amadas, aceptamos una experiencia de soledad, de vacío interno que puede llevarnos al aislamiento. Nos convertimos en adultas tímidas, deprimidas, que nos cuesta salir adelante, que nos sentimos rechazadas por todos y vivimos haciéndonos las víctimas. Llega un momento en que la más mínima crítica nos provocará sufrimiento y para compensarlo, necesitaremos del reconocimiento y aprobación de los demás.
La herida del rechazo se sana empezando a valorarse y a reconocerse, es hay que trabajar las inseguridades, ganar mayor confianza en nosotras mismas y comenzar a sentirnos más capaces. Es necesario conocerse, respetarse y quererse.
Miedo al abandono
Se presenta cuando alguno de nuestros padres fue ausente, no precisamente porque no nos haya querido, sino que a la mejor tenía mucho trabajo, por ejemplo. Nuestro mayor enemigo es la soledad. La falta de afecto, compañía, protección y cuidado nos marcó tanto que constantemente estamos verificando lo que los demás sienten por nosotras para no ser abandonadas y evitar ese temor extremo a quedarnos solas.
Quienes tenemos esta herida, mostramos carencia afectiva en nuestras relaciones personales y afectivas. Muchas veces presentaremos dependencia emocional y seremos capaces de tolerar lo intolerable para no quedarnos solas; en otros casos, dependiendo de nuestra personalidad, tomaremos la iniciativa de abandonar a los demás antes de que nos abandonen a nosotros y así evitar esa experiencia dolorosa, es un mecanismo de protección. Somos personas que nos cuesta mucho trabajo pedir pues ponemos las necesidades de los demás antes que las de nosotros justamente para complacer a las personas y que no nos abandone.
Además de desarrollar esta «habilidad» para escapar de las relaciones, también evitamos cualquier tipo de relación íntima con alguien justamente para protegernos y evitar lidiar con ser abandonadas. Somos personas víctimas y dependientes, no sólo con nuestra pareja, también con el trabajo, amigos y en general cualquier cosa. Nuestro miedo está tan profundamente arraigado, que llegamos a condicionar nuestro comportamiento en las relaciones en forma de celos y caprichos. Hasta que no enfrentemos la idea de quedarnos solas, nos seguiremos asustando ante la simple percepción de ser abandonadas o traicionadas.
La herida del abandono se sana trabajando el miedo a la soledad, o sea, pasando tiempo de calidad con nosotras mismos, realizando actividades que nos gustan y practicando el self-care, también hay que aprender a Identificar y saber gestionar el temor a ser rechazados. Para lograrlo hay que derribar las barreras invisibles del contacto físico y emocional y entender que es nuestra niña y no la adulta la que tiene miedo a que la dejen; hay que trabajar en nuestra autoestima para evitar caer en el autosabotaje; hay que conectar con nuestra niña interior y abrazarla para que se sienta segura y sea capaz de disfrutar sus momentos de soledad.
Traición o miedo a confiar
Esta herida surge cuando de pequeñas nos sentimos traicionadas por alguno de sus padres que no ha cumplido una promesa, desarrollamos ese sentimiento de sentirnos indignas de lo prometido. Si esta situación es repetitiva, desarrollaremos sentimientos de desconfianza y aislamiento; a veces, esas emociones se pueden transformar en rencor (cuando nos sentimos engañadas por no haber recibido lo prometido) o en envidia (cuando no nos sentimos merecedoras de lo prometido y vemos que otras personas sí lo tienen). Es común que alguno de nuestras papás se haya sentido traicionado por el otro.
Esta herida provoca que de adultas desarrollemos una personalidad fuerte, posesiva, desconfiada, controladora y manipuladora; carecemos de tolerancia, paciencia y buenos modales. Tenemos esta necedad de control para no sentirnos estafadas, queremos controlar todo antes de que nos traiciones, pues; somos personas que damos mucha importancia a la fidelidad y a la lealtad, nos da pavor la traición y la mentira. La posesividad nos lleva al punto de no respetar la libertad, el espacio ni los límites de los demás. Nos sentimos traicionados por todos, hasta por los bancos, lol; no confiamos en nadie.
Además, cuando desarrollamos esta herida, también desarrollamos estas creencias y sentimientos de no puedo sentir, no puedo vivir; nos cuestan mucho los proyectos o trabajos en equipo pues esa necesidad de control no nos permite delegar tareas y responsabilidades porque no podemos confiar en el trabajo de los demás, y además, tenemos poca o nula capacidad de tolerancia a la frustración. Somos obsesivos compulsivos y tenemos que revisar las cosas a cada rato para asegurarnos que todo esté bien.
Para sanar esta herida hay que trabajar la paciencia, la tolerancia, la confianza y la delegación de responsabilidades en los demás.
Humillación
Esta herida la presentamos cuando sentimos que nuestros papás constantemente nos desaprueban y critican, afectando directamente nuestra autoestima, especialmente cuando nos sentimos ridiculizadas; nos sentimos tratadas como inútiles por nuestros papás pues con las críticas y la desaprobación nos hicieron creer que no valemos nada. Las críticas y las devaluaciones amenazan el desarrollo de una autoestima sana.
Llegamos a desarrollar una personalidad dependiente de adultas y estamos dispuestas a hacer cualquier cosa para sentirnos útiles, valiosas y válidas; esto agranda nuestra herida pues nuestro propio auto reconocimiento depende de la imagen que tienen los demás de nosotras. Somos personas inseguras luchando por asumir responsabilidades y tomar decisiones; necesitamos el apoyo, la seguridad y aprobación de los demás. Además de haber internalizado esa fuerte autocrítica hacia nosotras mismas, en lugar de animarnos y creer en nuestro propio potencial, tenemos tendencia a criticar, humillar a otros o percibirlos a como nuestros jueces.
Tenemos dificultades para expresarnos e, inconscientemente, somos especialistas en ridiculizarnos a nosotras mismas; por más que intentemos no pasar momentos humillantes, nos pasan. Nos sentimos culpables cuando los demás no están bien; nos consideramos mucho más pequeñas, menos importantes y menos dignas, valiosas o capaces. Nos olvidamos de nuestras propias necesidades por complacer a los demás y ganarnos su cariño, aprobación y respeto. Sentimos empatía por nuestros padres porque ellos también lo vivieron e inconscientemente decimos «yo por ti voy a vivir lo mismo y voy a sentir tu dolor también». Por eso tendemos a ser masoquistas y nos gusta vivir en dolor, por eso buscamos situaciones que nos provoquen eso, es como una adición emocional a este tipo de emociones y situaciones
Esta herida se sana soltando y perdonando a las personas que nos dañaron, haciendo las paces con el pasado para poder comenzar a valorarnos.
Injusticia
Esta herida se origina cuando nuestros papás son son fríos, exigentes y rígidos, imponiendo una educación autoritaria. Se proyectaron en nosotras fuertes expectativas donde nuestros papás ejercieron mucha presión para cumplir con altos estándares que deben alcanzarse en el entorno escolar y deportivo. La exigencia constante nos generara sentimientos de ineficacia, inutilidad y sensación de injusticia., nos sentimos abrumadas.
No volvemos adultas rígidas que no somos capaces de negociar ni aceptar y dialogar con opiniones diversas; nos cuesta aceptar otros puntos de vista y formas de ser diferentes a las de nosotras; nos caracterizamos por esta rigidez mental, perfeccionismo y sed de poder e importancia, somos fanáticas del orden y el perfeccionismo. Damos mucha importancia a las creencias y a los valores, expresando nuestras opiniones y juicios morales como verdades absolutas y extremas.
Tenemos la creencia de «no me rindo, todo lo puedo». Nuestro mayor temor es equivocarnos, no nos permitimos equivocarnos. Dentro de la vida familiar, las emociones no se viven porque no esta bien mostrar emociones, no está bien enojarse, no está bien estar triste, no está bien llorar. Es una forma de invalidar los sentimientos y hacer como si no pasara nada.
Para superar esta herida emocional es necesario que trabajemos en nuestra rigidez y recuperar la flexibilidad mental, para que podamos confiar de los demás.
Aprendizajes en mis terapias
Debemos conocer e identificar nuestras heridas para poder sanarlas pues psicológicamente, se pueden evidenciar de distintas formas: ansiedad, depresión, fracaso en las relaciones afectivas, pensamientos obsesivos, mayor vulnerabilidad hacia determinados trastornos, problemas del sueño, actitud defensiva o agresiva, inseguridad, miedo, desconfianza, etc.
Hay que aclara que muchas veces estas heridas sí se producen por una infancia realmente traumática y otras veces son distorsiones que hicimos para interpretar nuestra realidad, pues somos muy buenas captando impresiones y teniendo sensaciones, pero malísimas interpretándolas porque no tenemos la madurez suficiente para entender lo que pasa a nuestro alrededor. Por ejemplo, nos podemos sentir abandonadas a pesar de que nuestros papás están con nosotros en casa, pero no nos prestan atención o se desatienden de nuestras necesidades afectivas; incluso podemos interpretar como abandono el hecho de que nos dejen con nuestros abuelos cuando se iban a trabajar o tenían que atender una emergencia médica, y en realidad nuestros papás pretendían evitarnos sufrimiento. O sea, con esa inmadurez emocional que tenemos de niños, podemos malinterpretar la realidad, pero nuestra sensibilidad y susceptibilidad extrema es suficiente para generarnos esas heridas.
Si no resolvemos eso que nuestras niñas heridas no han sanado, esas niñas van a seguir llamando nuestra atención hasta que lo hagamos y estaremos «condenadas» a seguir reviviendo ese pasado doloroso en nuestro presente. Para ello hay que dejar de vivir en nuestro papel de víctimas y en lugar de preguntarnos constantemente ¿por qué a mí?, preguntarnos ¿para qué a mí?, esto nos ayuda a reflexionar sobre nuestras vivencias y aprender de ellas.
Todas estas heridas no son algo que podamos resolver conscientemente, sino que debemos hacerlo desde el inconsciente. Para ello, hay que estudiar las heridas, conocerlas para hacerlas consientes e identificarlas en nuestra vida; por eso resulta muy importante el autoconocimiento y la aceptación en este proceso.
No hay que juzgarnos, debemos entender que ninguna herida es buena o mala, en su momento nos fueron necesarias para sobrevivir, son máscaras que fuimos formando para sobrevivir y se quedaron grabas en nuestro inconsciente, y recordemos que el inconsciente representa el 95% de nuestros actos, por ello nos fuimos conduciendo por la vida de la forma en que lo hicimos.
Todo lo podemos sanar, pues se trata de desequilibrios en nosotros mismos. Cualquier herida física o emocional está para enseñarnos algo, y cuando nos damos cuenta de ello, podemos elegir cambiar. Así, la solución no es ir por la vida cambiando de relaciones, sino cambiando la forma en que nos relacionamos con las personas; es mucho más fácil decir o cambio de pareja o cambiar de amigas o de trabajo, que cambiarnos nosotras mismas.
Todas estas heridas viene del amor infantil. El amor infantil no acepta porque tiene el arquetipo de una madre o padre perfecta, o sea, es una madre protectora, abnegada, que lo da todo y que está ahí al 100 siempre. La realidad es que hay que empezar a ver a nuestros padres como seres con luz y con sombras, con defectos y virtudes, que se equivocan y se equivocan mucho; y es que la realidad, y va a sonar muy duro, es que nuestros papás nos trajeron al mundo porque tenían las habilidades físicas para hacerlo, más no las habilidades morales.
Debemos reconocer de dónde venimos y reconocer el amor que nos dieron en la etapa infantil, esto nos ayudará a reconocer y decirnos a nosotras mismas que ya no nos merecemos ese tipo de amor que nos dieron y nos enseñaron. Nuestras neuronas espejo tienen mucho aquí, pues si de pequeñas vemos que nuestros padres se aman pero se mienten, nosotros aprendemos que el amor es una mentira y eso se vuelve nuestra creencia. Si nuestra mamá es abusada por papá, entendemos que el amor es abuso. Si nuestros papás tienen una relación donde ambos están ahí por otra situación, como por conveniencia, pero no por amor, entendemos que el amor es sacrificio y conveniencia.
De pequeñas desarrollamos lo que llaman empatía infantil y es por eso que repetimos patrones de conducta en nuestra vida adulta: yo voy a vivir y voy a ser como tú (como papá o mamá) para quitarte un poquito de dolor, ayudarte a que no lo cargues tú solo; yo voy a vivir una vida que tú no viviste para que la vivas a través de mi y puedas sentir felicidad y ser feliz.
Todas estas ideas se instalan en nuestro inconsciente y de adultos vivimos a través de esas creencias. Por eso debemos ver qué sucede dentro de nosotras mismas y ver qué creencias son las que nos limitan y que queremos cambiar.
Y sí, así es como nos jodemos a nosotras mismas desde nuestra niñez, lol. Cuando empecé a leer y aprender de todo esto, me di cuenta de muchas cosas y de donde venían ciertos comportamientos que tengo ahora, especialmente que tenía cuando andaba con el ex. Y es que la verdad, es mucho más fácil reconocer todo esto en otros antes que en nosotros mismos; y sí, me pasó justamente con él también porque yo tenía perfectamente identificadas sus heridas y sentía esa compasión por él porque justificaba todos sus comportamiento viéndolo como ese niño herido, yo lo quise ayudar y cuidar porque sentía horrible por ese mini ex lastimado, el resultado de esto: destrucción emocional, sentimental y psicológica par mi, descuidé un montón a mimi me y terminé donde terminé.
Sí, por muchos meses fui la víctima, actuaba como la víctima y la «pobrecita» (la mayoría del tiempo, porque igual tampoco se justifican muuuchas acciones y malos tratos que aguanté); vivía preguntándome porqué me había pasado a mi todo eso si yo había dado todo de mi y entregado todo de mi y terminaron siendo mierda conmigo. Esa actitud de víctima no me permitió ver muchas cosas, hasta que llegué con Paty y me enseñó a ver toda mi situación de distinta forma, me enseño justamente a ver que todo lo que hice en el pasado, lo hice como una forma de supervivencia e ignorancia, actuaba desde la ignorancia; ella me está enseñando justo a cambiar mi chip y tomar responsabilidad de mis actos y sentimientos.
Ahora, trato de ver la vida con filosofía, en lugar de preguntarme ¿por qué me pasa esto a mí?, trato de ir más allá y verlo desde un punto diferente: ¿por qué llegó esta persona a mi vida? ¿qué vino a enseñarme? ¡Claro que se escucha divino aquí escrito! La realidad es que cuesta mucho y cuesta mucho porque yo estoy muy cómoda en ese papel de víctima, es bien bien difícil salir de ese lugar para hacerme responsable. La verdad es que aún no lo entiendo del todo; es un camino bien largo y me atrevo a decir que ni siquiera voy a la mitad, pero lo importante es que voy avanzando y definitivamente, la SandrAndrea que era hace un año ya no se parece nadita a mi yo actual, pero nadita; creo que mini me se siente orgullosa del avance que hemos tenido en este año y eso es un abachito bien bonito para nuestro corazoncito.