Cuando Macaco va de viaje conmigo

Viajar, ¿a quién no le gusta viajar? Bueno, supongo que a todo mundo. ¿Yo? Yo AMO viajar, viajar se ha convertido en una parte increíblemente importante en mi vida; es como una adicción, una vez que viajas por primera vez, especialmente sola y a otro país, se vuelve una adicción; ya no puedes parar y siempre buscas un pretexto para hacerlo.

No me interesa tener un viaje de lujo, no me interesa hospedarme en los mejores hoteles all inclusive, no me interesa estar de shopping todo el día o tomarme selfies en los lugares turísticos para presumir en redes sociales. Desde hace mucho tiempo, y gracias a mis voluntariados en AIESEC, yo dejé a un lado todos esos viajes pretenciosos y en vez de ser una mera turista, comencé a ser una viajera. ¿Qué implica esto? Que lo que me importa es conocer realmente el lugar que visito; hablar con la gente y ver cómo viven su día a día; comer esa comida típica no de restaurantes fancy, sino esos lugares típicos callejeros, o si es de una familia típica en ese lugar mejor; hospedarme con amigos para vivir como ellos viven; no quiero quedarme haciendo fila horas y horas para entrar al lugar más típico, prefiero caminar y recorrer esas calles tranquilas o que no son turísticas… Quiero disfrutar, conocer y aprender de la gente, los lugares y la comida,

Creo que se entendió mi punto. Podría seguir escribiendo y escribiendo sobre la diferencia entre un turista y un viajero, y porqué soy una viajera, pero ese no es el punto. El punto de hoy es hablarles de cómo los viajes se han convertido en una especie de «ritual sanador» para mí.

En 2017, descubrí la magia sanadora de los viajes después de mi mal de amores tras «salir» con Saddam. En 2019, después de mi primera ruptura de corazón con Luis, llegaron una serie de viajes que hice en un intento de huir y olvidar; y porque un viaje no me fue suficiente, decidí seguir viajando a ver si mi corazón sanaba como por arte de magia como lo hizo en 2017 con Saddam, pero por desgracia para mi y mi corazón, no fue así.

Y es que en 2017, Macaco no viajaba conmigo, mi depresión y mi ansiedad no existían como en los viajes de 2019. Viajar sin Macaco fue extremadamente fácil, sané mi corazón mucho más rápido; además, porque con Saddam no se rompió mi corazón como sí pasó con Luis; con Luis, sentí por primera vez lo que era tener el corazón roto porque era la primera vez que sentía algo tan fuerte por alguien.

En fin, yo pensaba que como amaba tanto irme de viaje y estaba haciendo algo qué amaba, Macaco no iba a venir conmigo. Creí que ya no iba a estar deprimida, que ya no tendría ataques de ansiedad y de pánico, que dejaría de pensar en Luis, que me olvidaría de él y que conocería a otra persona especial en mis viajes.

¡Error! En mi primer viaje en mayo de 2019, la depresión no me dejaba levantarme temprano para aprovechar mi día, rechazaba los planes que mis amigos querían hacer conmigo porque lo único que yo quería era estar con Luis. Cuando salía, pensaba en lo que podía estar haciendo en ese lugar con Luis, quería estar de viaje con Luis; luego, ¡pum! primer ataque te pánico, afortunadamente mis amigos son doctores y sabían qué hacer conmigo. Ese viaje, a pesar de que es uno de mis lugares favoritos en el mundo, fue uno de los más feos. Mi viaje terminó con un feo sermón de mis amigos y yo llorando todo el estúpido vuelo.

Mi segundo viaje en julio de 2019, me mantuvo distraída y lo disfruté porque ese era uno de mis más grandes sueño. Las condiciones tan complicadas en ese lugar que me mantuvieron ansiosa la 3/4 partes del viaje; vivía con ese miedo de que algo me fuera a pasar, y cuando tenía que dar la cara, no sé de dónde sacaba fuerza y me actuaba impulsivamente como si fuera una mujer muy empoderada; digo, en ese momento no lo era pero para nada. La depresión se mantenía pero ya no tan intensa como antes, ya estaba saliendo de mi hoyo depresivo.

El tercer viaje en agosto de 2019 fue mucho mejor, conocí a alguien con quien hice un click increíble, éramos un match perfecto, pero los viajes acaban y esa ilusión también. Mi ansiedad ya no estaba presente, pero la depresión sí. Me aislé muchas veces de mis amigas porque estaba pensando en Luis, lo peor fue que en ese viaje, seguía manteniendo el contacto con él y era como si Macaco me estuviera haciendo una broma cruel.

Un cuarto y quinto viaje, en septiembre y noviembre de 2019, fueron más tranquilizantes; dejé de estar pensando en Luis todo el tiempo; ya estaba cansada de amar e interesarme en alguien que no me quería y nunca lo hizo. Decidí disfrutar con mis amigos y olvidarme de todo; esta vez yo controlé a Macaco y no dejé que la depresión y la ansiedad me ganaran.

Yo creí que mis primeros dos viajes y parte del tercero habían sido un desperdicio, que no me sirvieron como el viaje de 2017 porque no sanó mi corazón. La verdad, y ahora que lo veo desde otra perspectiva, es que esos viajes me salvaron mucho más de lo que yo pensaba, ¿por qué? porque me demostré a mi misma que puedo hacer cualquier cosa aún cuando me esté muriendo por dentro; porque pude hacer esos viajes yo solita a pesar de que la depresión y la ansiedad me estaban matando; pude sobrevivir yo sola en otro lugar y con personas que no tenían idea de la existencia de Macaco, saqué fuerza de-no-sé-dónde y no me hice daño a mi misma.

Aunque yo juraba y juraba que no aprendí nada, la verdad es que sí aprendí muchísimo de mi misma. No sanó mi corazón como creía que iba a pasar, pero obtuve algo más valioso: me aprendí a conocerme mejor y a sobrevivir por mí misma. Yo quería viajar porque quería huir, quería huir de Luis, de mis sentimientos por él, quería estar lo más lejos posible de la Ciudad de México y de todos los problemas que tenía allí, y pues si lo veo de esa forma, obvio mis viajes fueron un fracaso porque cuando regresaba, mis sentimientos por Luis, la depresión, la ansiedad y demás, ahí seguían, no desaparecieron jamás. Pero aprendí a ser fuerte y sobrevivir en un lugar desconocido para mí, y desarrollé herramientas de «supervivencia» que no creí que podía tener.

Sí, si fueron viajes mágicos, no por sanarme el corazón de un día a otro, sino que me ayudaron a conocerme y a iniciar con ese proceso de aprender a estar sola, aprender a estar conmigo misma y con Macaco. Cada uno de mis viajes me ha enseñado mucho y estos no fueron la excepción.

Mi 2020 inició con un viaje, me dije que este viaje iba a ser como el de Julia Roberts en «Eat Pray Love» y sí, a pesar de que tuve un pequeño error el primer día en este lugar porque le escribí borracha a Luis, esto está siendo verdaderamente especial porque siento una enorme paz y tranquilidad que no había sentido antes. Me siento libre, con mucha fuerza y mucha energía de esa bonita como espiritual, y pues era algo que no había experimentado en muchos, muchos, meses.

También me di cuenta de que Macaco siempre va ir conmigo, porque hay ansiedad acerca de lo que me espera, por subir a un avión, porque me alejo de casa en momentos complicados, porque no se si regrese viva, por muchas y muchas ideas que Macaco me quiere hacer creer y me ponen ansiosa; pero, al final, sólo soy yo aprendiendo a cómo viajar con Macaco y hacer que ambas disfrutemos, que mi depresión y ansiedad se controlen para que pueda disfrutar de la vida.

Y pues bueno, al final, todos mis viajes han sido para aprender algo nuevo, aún cuando este encerrada en un cuarto en Chile, bebiendo pisco y llorando por Luis, digo, al menos no estoy en mi cuarto en la Ciudad de México viviendo mi depresión. Lol.

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